martes, 6 de diciembre de 2011

Hacer camino

Es difícil hablar de uno mismo como persona.
Pero mucho más difícil es hablar de uno mismo como padre o madre.

Hoy pensaba en las cosas que podría contar de mi para vosotros y es algo muy injusto, porque, ¿sabéis? yo podré tener mi visión de cómo os quiero, pero vosotros finalmente tendréis vuestras propias sensaciones de cómo os llega mi amor. 

Ahora, sois inmunes a las imperfecciones que tenemos los adultos, me doy cuenta en el momento en el que me miráis y admiráis como si yo fuera "una diosa". 

Tengo grabados cada uno de los momentos que hemos pasado juntos, y hay días que añoro acurrucarme junto a vuestras primeras risas: el tiempo pasa demasiado deprisa y quiero congelarlo por instantes. Habéis crecido tanto y lo hacéis tan rápido, que siento vértigo y me pregunto continuamente "¿estoy preparada?", pero nada ni nadie tiene esa respuesta, mis niños.

Vamos aprendiendo juntos, cada día, vosotros conmigo y yo con vosotros. Y cuando todo queda en calma, y hago un resumen del día, me es absolutamente necesario pensar qué cosas merecen y qué cosas no merecen la pena. Y mis niños, algo que he aprendido y me han enseñado, es que NADIE ES IMPRESCINDIBLE, ni siquiera yo, ni siquiera yo el día que no esté. 

Pero tengo un miedo atroz, a que tengáis ausencia de mi, del mismo modo en que tengo un miedo atroz de que os acostumbréis demasiado a estar sin mi y se os olvide hasta mi voz.

Yo creo que es una mentira como un piano quien diga que está preparado para las despedidas. Puedes llevarlo un poco mejor o un poco peor, pero en general, lo llevamos mal. Yo lo llevo mal, y en realidad, no sé si por ahora quiero llevarlo bien (más adelante os contaré sobre ello).

Elsa, creo que es como yo. Lleva muy mal las despedidas, sobretodo, cuando está bien con alguien y llega la hora de marcharse.
Se centra en sus libros, en sus cuentos, en sus historias, y en sus rincones, mientras guarda largos silencios y mira con los ojos tan abiertos, que parece mentira que los pueda cerrar alguna vez ni tan siquiera dormir.
Tiene una sonrisa contagiosa; pero cuando se enfada no razona, hay que darle tiempo y margen, sin embargo, enseguida da un paso adelante con la mirada transparente y la cabeza ladeada, pone morritos y de dice un "lo siento, amplio y sincero". Me encanta que esto suceda, esa humildad y ese corazón enorme que suena desde el otro lado del mundo.
Me gustaría evitarte parte de ese camino que sólo podrás hacer tú, aunque sólo puedo pedirle a la vida que me deje estar a tu lado para darte la mano cada vez que caigas.

Ramón, combina sensibilidad con una independencia y una habilidad social que le permite controlar la situación estratégicamente. 
Asume las despedidas como algo normal, y sabe que tras un adiós vendrá otra cosa, por eso, va caminando tranquilo y feliz.
Creo que no ha habido un sólo día de su vida, en sus tres años, que no haya sonreído, y desde que habla, no ha habido un sólo día en el que se le haya olvidado decir te quiero o dar un abrazo.

Os observo orgullosa, sobretodo cuando dormís.
Ya no me asomo a una cuna para contemplar vuestro sueño, pero sigo viendo un milagro en vosotros.

Cuando seáis adultos, comprobaréis que yo no fui un superhéroe, que ningún padre lo es. Que también lloramos, y también sufrimos, y también tenemos muchísimos miedos.

Mi miedo, es no poder leer un cuento a los pies de vuestra  cama, leer tres hojas de un libro de Julio Verne mientras me miráis atónitos sin entender nada, o, jugar a "¿qué hemos hecho hoy?", cantar una canción o leer un poema de  nuestros libros favoritos.

Tiemblo mientras me decido nuevamente a repetir y escribir cuánto os quiero.

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